INVESTIGACIONES MULTIDISCIPLINARIAS Y TRANSFERENCIA

LA BIOPOLÍTICA Y LAS TECNOLOGÍAS DE PODER-SABER

 
Por Esther Díaz
1. La implantación del gobierno de la vida

Las técnicas de sujeción de los cuerpos y el control de la vida de la población son instrumentados desde las densidades de diversos poderes: el Estado, la escuela, la Iglesia, el ejército, la empresa tecnocientífica y, por extensión, la familia. Los  sacerdotes de la salud difunden dietas estrictas, cirugías reparatorias,  costumbres saludables, prevenciones indispensables. Todo al servicio del resguardo de la vida y la custodia de la seguridad. La inquietud por la precariedad y el deterioro no sólo se limita al cuidado de lo humano, se extiende así mismo a sus productos (soberanías nacionales, informática) y también a lo no humano (naturaleza, planeta).

La obsesión por la inmunidad comenzó con los pioneros del capitalismo y su falta de arraigo aristocrático. Los nuevos ricos no podían vanagloriarse de sus nobles ancestros, eran burgueses recién estrenados. Ocupaban el volumen de poder que en el antiguo régimen ejercía la realeza, con la que no podían competir ya que carecían de  linaje célebre. Sus antepasados eran mercaderes, artesanos, gente del pueblo. Los nuevos señores prefirieron  entonces no mirar a un ayer sin prestigio y disolvieron el obstáculo de manera drástica. Decidieron apostar al mañana y reafirmarse en la sangre, pero no ya en una sangre azul, de la que carecían, sino en una sangre sana que se atribuían. El baluarte del burgués era la vitalidad y la prosperidad económica (Max Weber en El capitalismo y el espíritu del protestantismo da buena cuenta de ello), y su orgullo una descendencia lozana. Jóvenes rozagantes y prósperos para sus alianzas matrimoniales, control de sus propias nimiedades corporales, continencia de los deseos libidinosos, y preservación meticulosa de fecundaciones saludables fueron sus blasones.

Los ordenados señores modernos controlaron su propio sexo. Se impusieron reglas de conductas para la “correcta” concepción. Persiguieron a posibles infractores de las normas higiénicas hasta en los hábitos privados de niños y adolescentes. La masturbación de hoy puede ser causa de falta de fertilidad futura, se decía. En fin, se puso en marcha lo que Michel Foucault denomina “dispositivos de sexualidad”. Primero para el autocontrol de la clase ascendiente, que se vanagloriaba de lo saludable de su sexo y la limpieza de su sucesión. Más tarde para el control de la población, de la que surgía la mano de obra domesticada para las líneas de montaje de la incipiente maquinaria industrial.

El capitalismo se configuró desde una moral aséptica respecto del cuerpo y de sus placeres. Esa restricción ética insidió en las prácticas y colaboró a fortalecer la situación económica de quienes le demostraban al mundo que habían sido elegidos por la divinidad. Esa nueva ética descalificadora del cuerpo, ponía un énfasis especial en administrar los impulsos, sobre todo cuando estaban  relacionados con la fecundación y la descendencia. He aquí el nacimiento del biopoder moderno que los nuevos ricos blandían en aras de su “nobleza biológica”. La idea de pertenecer a un sector privilegiado de la especie fue una de las condiciones de posibilidad de los racismos tardomodernos.

La burguesía, una vez afianzada en los aparatos de poder, instrumentó los medios para trasladar sus propios valores a la población. No obviamente para hacerla participe de sus privilegios, sino para una mejor domesticación de los gobernados. Se desarrollaron técnicas de vigilancia con el afán de fortalecer el orden moral y la obediencia laboral. Esta sociedad disciplinaria resultó funcional a la nueva economía industrial y produjo, sin proponérselo, una nueva figura epocal: la sexualidad.

Dice Foucault que el establecimiento, durante la primera modernidad, de esa gran tecnología de doble faz (anatómica y biológica) caracteriza un poder cuya más alta función no es ya matar sino invadir la vida enteramente. Se inicia así la gran tecnología del poder en el siglo diecinueve: el dispositivo de sexualidad es uno de ellos y de los más importantes. Ese biopoder fue un elemento indispensable en el desarrollo del capitalismo, que se afirmó mediante la inserción controlada de los cuerpos en el aparato de producción y el ajuste de los fenómenos de población a los procesos económicos.[i] Sin embargo, aunque el paradigma del biopoder reside en la conservación de la vida y en el control de los procesos económicos, terminó desencadenando muertes masivas y excluyendo de esos procesos a aproximadamente la mitad de la población mundial, que hoy se encuentra bajo la línea de pobreza.

 

2. Los biosaberes

En la madurez moderna no solo desde el poder político, también desde el saber científico y desde las expresiones culturales se incrementaron los anhelos de escudriñar los secretos de la vida. Los encierros del deseo y los controles ejercidos sobre los cuerpos, entre otras prácticas sociales, incentivaron la construcción de un conocimiento de lo biológico. La vida entró en la historia mediante técnicas políticas y ambas, vida e historia, entraron en la ciencia. La enunciación de la teoría evolucionista es uno de los frutos cognoscitivos más excelsos surgidos de la preocupación por la vida y el devenir temporal.

Sigmund Freud, por su parte, cumplió con el “mandato” epistémico moderno e instaló el sexo como objeto de saber de las ciencias sociales. En una época en que los dispositivos de control desataban el aluvión de los discurso sobre el sexo, bajo el contradictorio estigma de que no había palabras decentes para nombrarlo, Freud encontró esas palabras  en el rigor de una disciplina que se constituye, justamente, sobre los supuestos del origen sexual insatisfactorio de casi todos los traumas psíquicos que deambulaban por su diván.

El desafío de gobernantes, científicos, médicos, educadores, legisladores, religiosos y empresarios fue apostar a la vida. Y, como el origen de la vida reside en el sexo, se atisba su palpitar y se monta un dispositivo para reglamentarlo.  El poder, al operar sobre el funcionamiento de los organismos, le abrió las puertas a un saber que se dedicó con ahínco a dilucidar hasta los mínimos resquicios deseantes y vitales. Además de  la biología y el psicoanálisis, surgieron el higienismo, la eugenesia y  la criminología. Estos saberes remarcaron de manera contundente la presencia de la muerte. Inmunizarse ante su amenaza será el objetivo valioso tras el que correrán la política, la cultura y las ciencias modernas.

La búsqueda de inmunización moviliza la formación de comunidades. En nuestra época, la exacerbación de la búsqueda de seguridad posibilita, por ejemplo, la creación de barrios cerrados que, a despecho de todos los controles, habilitan también para el caos. En los countries también se producen agresiones, asaltos, vandalismo infantil e incluso asesinatos. ¿Qué hace que las políticas de la vida y la seguridad terminen por acercarse inexorablemente a su opuesto?

Para fines del siglo diecinueve, el racismo representaba la exaltación onírica de una sangre superior que culminó, unas décadas más tarde, en genocidios sistemáticos y en el riesgo constante de exponerse al sacrificio. La base simbólica para sustentar las prácticas biopolíticas que desembocaron en las exclusiones modernas y contemporáneas se constituyeron junto con un esfuerzo teórico por reinscribir la temática de la sexualidad en el orden de la ley. Es así que se desarrollaron fundamentos jurídicos para castigar a quienes no se avenían a las prácticas sexuales consideradas normales. Actualmente se intentan nuevos fundamentos para prevenir la peligrosidad latente en ciertos sectores sociales y ciertas franjas etarias. 

En ese mismo orden de ideas, la medicina moderna desplegó una batería de conceptos para explicar las conductas anómalas relacionadas con lo genital. Por su parte los estamentos religiosos se preocuparon por estandarizar un modelo doctrinal restrictivo en el ámbito de los placeres. Tanto en la clínica como en la religión la regulación del sexo podría llevar a la salvación o la muerte (del cuerpo o del alma según corresponda).

Por su parte el psicoanálisis, desde sus albores, se preocupó por concentrar el principio de la ley en torno al deseo. Al apuntar al sexo cumplió asimismo con el “aire de los tiempos” aportando más teoría a la inquietud por las condiciones de posibilidad de un modelo sexual que garantizara una vida plena. Y es justamente estudiando las características del placer que se chocará con la finitud. Para Freud el principio de placer se halla al servicio de la pulsión de muerte.

Los saberes actuales se reestructuran produciendo nuevos objetos de estudio acordes con los nuevos temores. Se establece estatus universitario  de excelencia para formar especialistas y posgraduados en todo aquello relacionado con la vida humana y no humana, tales como distribución de recursos, seguridad ciudadana, educación física, kinesiología, turismo, ecología, enfermería,  planificación de políticas públicas, desarrollo productivo, epidemiología, minería, conservación de los alimentos, entre otros. Nuestra episteme se rige por un calidoscopio biopolítico y las reinas de las ciencias son, cada vez más, las que se ocupan de la vida, su reproducción  y su seguridad.

 

3. Vidas marcadas

Según el derecho romano arcaico homo sacer es un individuo juzgado por el pueblo como autor de un delito. El veredicto de la comunidad lo convierte en un ser marcado, un ser no sacrificable a los dioses (como sí se puede hacer con un ser puro). Quien mate al que la comunidad declaró sagrado no será condenado por homicidio. En esta situación particular, el término sacer  parece negar lo que afirma. Pues al mismo tiempo que otorga la sacralidad a una persona, establece la prohibición de inmolarla en un altar. Pero se la puede asesinar sin pagar por ello, porque la ley autoriza a que se le dé muerte impunemente. Mientras está prohibido violar cualquier cosa o persona sagrada -declarada como tal mediante ritos sacerdotales- es lícito matar a quien pasó a ser  sagrado a partir del juicio de la sociedad.[ii]

Quien responde a la categoría de homo sacer por designio del pueblo pasa a ser posesión de los dioses infernales. En ese sentido es sagrado, se lo ha expulsado del orden humano, por lo tanto no representa delito quitarle la vida. Jurídicamente es matable y socialmente descartable. La violencia que se le infrinja al individuo sagrado  no representa sacrilegio ni crimen. Ha perdido su plenitud humana, es “mera vida”. Una vida que no está atravesada por connotaciones jurídicas ni políticas. La persona sagrada (en el sentido aquí establecido) es aquella respecto de la cual todos los humanos pueden actuar como soberanos. Su vida está expuesta a la exclusión y a que se le dé muerte impunemente.

En todas las épocas y en todas las culturas se pueden rastrear vestigios de ese extraño designio. Pero en la modernidad, con el surgimiento del biopoder como atributo estatal específico, se implementaron medidas reguladoras de la población que, con el correr del tiempo, posibilitaron y promovieron  exterminios. En la Argentina naciente, por ejemplo, el indio se constituyó en homo sacer por excelencia. Julio Argentino Roca utilizó ampliamente esa especie de licencia para matar a los marcados por el poder. Las personas masacradas por sus tropas, es decir los indios, no eran legalmente más que un puñado de vidas. Vidas indignas de ser vividas. Algo similar ocurrió con la subcultura gaucha, surgida del mestizaje entre pueblos originarios y europeos. La significativa frase “¡Haga patria, mate un gaucho!” circulaba en épocas de “limpieza étnica” al mismo tiempo que se forjaba la Nación Argentina. De alguna manera también al gaucho se le otorgaba la condición sagrada.

Las tradiciones determinan la exclusión comunitaria de ciertos individuos que “profanan” el entorno en el que se desplazan. Cuerpo, color de piel, elección sexual, creencia, nacionalidad, etnia o condición social son desencadenantes de exclusiones.  Saturar los prejuicios en determinados sectores sociales y tener piedra libre para agraviarlos no es privativo de Occidente. Cada época y cada lugar codifica a sus parias. Aunque en nuestro tiempo el descartable se globalizó.

En Europa, a comienzos del siglo veinte, se elaboraron sofisticadas teorías políticas y científicas para demostrar que había vidas que no eran dignas de ser vividas. A partir de mediados de la década de 1930 el racismo del Estado alemán se comenzó a “justificar” asesinando a quienes primero había convertido en mera vida. Una vida sin contención política. En los campos de concentración nazi se les quitaba la ciudadanía alemana a los judíos antes de aniquilarlos. De ese modo, se los convertía en matables. No se estaba cometiendo un asesinato, se estaba suspendiendo la vida de alguien a quien la comunidad le había quitado todo derecho.

Tampoco gozan de derechos los mexicanos indocumentados que se adentran en las desérticas fronteras estadounidenses, o los inmigrantes africanos que llegan a las costas de Europa, o las mujeres torturadas y asesinadas en ciudad Juárez y otras víctimas de femenicidios que se perpetran tanto en países periféricos como centrales. Hay un punto en el que se rompen los compromisos de especie, de clase, de género, de nacionalidad u otros tipos de pertenencias.

 

4. El poder sobre los cuerpos

En el cuerpo implota lo público y  lo privado desdibujando fronteras entre el adentro y el afuera. La corporalidad es asimismo polo de atracción de los controles sociales. Es necesario considerar que no siempre existieron políticas institucionales orientadas a reglamentar el cuerpo de los individuos ni la vida de las poblaciones. Las inquietudes de los monarcas absolutos, por ejemplo, se concentraban prioritariamente en torno a dominios territoriales, su preservación, su defensa y eventualmente su extensión. Pero el esmero de los primeros capitalistas por procurarse una descendencia sana, el empuje de la tecnociencia, la irrupción de las industrias y las abruptas urbanizaciones dieciochescas orientaron las preocupaciones políticas hacia el gobierno de los cuerpos.

Con anterioridad, el peso del poder gubernamental recaía fundamentalmente en la reafirmación de los territorios propios y en el avance sobre los ajenos. Ese era el máximo tributo que el soberano le rendía a sus gobernados. Ellos eran los miembros y el monarca la cabeza del cuerpo comunitario. Una agresión (real o potencial) contra el rey equivalía a una falta contra la sociedad en su conjunto. Pero hubo una especie de bisagra histórica a partir de la cual se pasó de un poder absoluto y directo sobre algunas vidas, a otro relativo e indirecto sobre la vida de la población. El objetivo principal de los dispositivos de poder produjo una torsión hacia los controles poblacionales, sin abandonar por ello los territoriales.

En el pasaje del siglo diecisiete al dieciocho se dieron dos formas antitéticas de poder sobre los cuerpos. Por un lado, se desarrolló una anatomía política mediante el ejercicio de disciplinas ejercidas sobre cada cuerpo individual, a través de una vigilancia panóptica y microfísica sobre las conductas de los sujetos. Y por otro, se fue extendiendo el control de lo individual a lo poblacional. En el primer caso, el anatomopoder vigilaba las posturas, la dedicación a las tareas, la disposición de los cuerpos en el espacio, las pautas en el uso del tiempo, las conductas públicas y privadas, las aspiraciones, los deseos. Se satanizaban la masturbación, las relaciones extramatrimoniales, la homosexualidad y las conductas libertinas. En el segundo caso, al avanzar sobre la regulación de la vida, la biopolítica comenzó a preocuparse por las tasas de nacimiento, los índices de mortalidad, las condiciones de la lactancia, el cuidado de la salud, la extensión de los ciclos vitales.[iii]

La instalación hegemónica del derecho de arbitraje sobre la vida de las poblaciones, según Foucault, no constituye un retorno del viejo derecho de matar sino la condición de posibilidad histórica de las discriminaciones y los genocidios contemporáneos. Se destruye para preservar a sociedades supuesta o realmente  amenazadas. Desde que el poder asumió  la administración de la vida cada vez muere menos gente en el cadalso y más en las guerras. Las hecatombes bélicas hoy  producen más víctimas civiles que militares.[iv] El slogan “poder matar para poder vivir” estimula incluso las actuales  estrategias  imperialistas. La “esperanza Obama” no deshizo -hasta el momento- las alianzas bélicas primermundistas contra países periféricos (con la consecuente pérdida de vidas civiles) ni la crueldad para repeler inmigrantes y desprotegidos en general. He aquí alguna de las víctimas de poderes que deciden que esas vidas no merecen ser vividas.

A partir del siglo diecinueve se produjeron oposiciones alarmantes, ya que la merma de muertes patibularias es acompañada por una exacerbación de los holocaustos. Mientras los discursos de los poderosos silencian sus amenazas individualizadas y se enaltece la vida de la población, una especie de perversión histórica provoca muertes colectivas no solamente entre personas movilizadas por guerras tradicionales, sino como producto de la intensificación de la intolerancia contra ciertos sectores: supuestos terroristas, grupos étnicos marginados, portadores de ciertas enfermedades, jóvenes carenciados, practicantes de religiones foráneas y otros “sospechosos” de vulnerar las inmunidades comunitarias. Lo sorprendente es que el fundamento teórico, religioso, político o moral que sustenta esas prácticas tanáticas se elabora precisamente invocando la preservación de la vida (o de la moral).

También se sigue matando por cuestiones territoriales, pero bajo la consigna del bienestar de la población agresora. Las guerras han dejado de librarse en defensa de un monarca, ahora se despliegan bajo la coartada de la seguridad pública. Hasta el potencial atómico, que expone a una muerte general, se justifica como garantía de vida. Se libran guerras preventivas en las que –sorprendentemente- se sacrifican vidas en nombre de la vida. El poder –tanto el productivo como el destructivo- se piensa cada vez más desde categorías biológicas connotadas de moralidad. Los inmigrantes ilegales “contaminan”, los homosexuales “descomponen” las costumbres, los terroristas son “agentes patógenos”, las computadoras son atacadas por “virus”. Vivimos en la era de las metáforas biológicas.

La política  global toma lo biológico como fundamento de lo legal. La justicia penal acrecienta sus garantías si cuenta con pruebas genéticas. Se incrementa la preocupación por las moléculas corporales. Las pruebas de ADN tienen fuerza de ley. Existen planificaciones  familiares, exámenes médicos prelaborales, prematrimoniales, preescolares, intervención en los regímenes de nacimientos, promoción de campañas de vacunación, emisión de leyes anticontaminantes,  reparto gratuito de preservativos o negación de esos repartos, y una incontenible compulsión a lograr poblaciones longevas en sociedades que, paradójicamente, discriminan cada vez más a sus mayores.

 

4.1. Un abordaje teórico con transferencia a comités de ética, dependencias hospitalarias,  escuelas y organismos de gobierno

A partir del marco teórico que he desplegado sucintamente se ha formado un proyecto de investigación multidisciplinario, en la Universidad Nacional de Lanús, bajo mi dirección. Se titula “Biopolítica y Ética. Tecnologías de poder-saber y redes interdisciplinarias”.[v] Lo integran cuarenta y dos investigadores, entre ellos un becario. Hay expertos en medicina, turismo, historia, biología, filosofía, economía, educación física, ciencias de la educación, música, sociología, letras, traductorado, geografía y psicología. Cada investigador desarrolla una línea de trabajo relacionada con la biopolítica y forma parte de un sub-grupo con problemáticas afines. Es tarea de la dirección y de la coordinación del proyecto articular los diferentes avances en función de la coherencia general del programa, así como del entrecruzamiento de sus resultados.

Los sub-grupos responden a diferentes especialidades y se reparten en doce ejes temáticos. Enunciaré brevemente las problemáticas abordadas por cada uno de ellos.

En el rol de la medicina en las prácticas de biopoder se comienza con una reflexión histórica vinculada a problemas vigentes en la actualidad. Se indaga sobre redes de biopoder en la epidemia de fiebre amarilla de 1871 en la Ciudad de Buenos Aires, relacionándolas con la actitud ante los nuevos casos de esa enfermedad diagnosticados en el país en 2008. Se aborda asimismo el tema de la gestión clínica en los dispositivos de control de las prácticas médicas, focalizando el análisis en el ejercicio de la medicina pediátrica. Hay también indagaciones más generales, como la cuestión de la práctica médica en tanto ejercicio de poder en la atención de los pacientes. Finalmente se reflexiona sobre la salud como objeto de mercado (prepagas, laboratorios, utilización de personas carenciadas como cobayos, patentes genéticas, entre otras posibilidades).

El eje denominado la biología como dispositivo de saber relacionado con la biopolítica atiende tres conflictividades: el valor de la vida como objeto de ejercicio de poder; la biotecnología en relación con la diversidad biológica y las ciencias de la vida como nueva arma de control.

Desde otra perspectiva se estudia el papel de la enfermería en una sociedad biopolitizada, cuyos temas son la biotecnología y la ética en la atención de enfermos terminales, la historia de la formación del enfermero y sus consecuencias prácticas, el arte de cuidar en el contexto de la tecnociencia, y las relaciones de poder entre las organizaciones sanitarias y la dimensión ética de la enfermería.

En otro eje temático se confronta el turismo invasor con el turismo ecológico, considerando las condiciones de los paisajes que soportan turismo masivo en relación con los entornos frecuentados por el turismo ecológico. El análisis se hace extensivo a la incidencia del turismo en las comunidades visitadas, así como en las posibles alteraciones de la biodiversidad de las zonas con circulación de turistas.

En otro sub-grupo se analiza el papel de la pedagogía en una sociedad inmunitaria. Se orienta la mirada hacía la enseñanza de las lenguas extranjeras desde el punto de vista del biopoder, también hacia la escuela como productora de subjetividad en la sociedad inmunitaria, se reflexiona  así mismo sobre una pedagogía del devenir y sobre la presencia del poder de la ciencia en los libros escolares. Además hay un estudio específico acerca de los jóvenes en situación de suicidio en la provincia de La Rioja.

En el eje sobre eugenesia, discriminación y eutanasia, se aborda el discurso eugenésico en la Argentina analizando textos académicos de principios del siglo veinte.

Desde otro punto de vista se estudia la educación física y el accionar bipolítico, buscando manifestaciones de biopoder en la difusión social del deporte, con especial referencia a  los organismos internacionales de conducción del deporte básquetbol, en este ítem se trata el tema cuerpo-especie versus cuerpo-máquina., y se sopesan los propósitos de la educación física desde una perspectiva biopolítica.

Bajo el rubro la bioética como condición de posibilidad de la biopolítica se discierne sobre ética aplicada,  prácticas profesionales y  disciplinamiento.

En otro rubro se focalizan temas biopolíticos en relación con los medios de comunicación, tales como la divulgación científica televisiva y la expansión del biopoder central en Latinoamérica, se rastrean huellas de disciplinamiento en la televisión pública,  y se abre otra línea de exploración, en este caso sobre la metamorfosis del poder y el problema de las sociedades de control en el pensamiento de Foucault, Deleuze y Negri, se estudia también a Roberto Esposito, Giorgio Agamben y Donna Haraway (representantes destacados de las teorías sobre biopolítica).

En temas de género reaccionados con el biopoder, se analiza la educación sexual y la perspectiva de género desde la planificación poblacional.

Por otra parte, se trabaja sobre el gobierno del cuerpo en sus manifestaciones artísticas. Se desarrollan cuestiones de biopolítica y literatura en los modos de lo biográfico por un lado, y en educación musical por otro. Finalmente se estudian temáticas relacionadas con el cuerpo, la formación de género y la incidencia del imaginario cultural en las prácticas de la escuela primaria.

El eje temático poder, distribución y medio ambiente se concentra en reflexionar sobre la relación naturaleza-sociedad y el deterioro de la calidad de vida como consecuencia del deterioro ambiental en la Argentina. Hay también una indagación local que investiga sobre los cambios geográficos en la configuración espacial de la red vial en el área Lanús-Avellaneda.

En otro grupo se indaga sobre sistema internacional y defensa de la vida, tomando como objeto de estudio la guerra contra el terrorismo como nuevo método de intervención en contextos globales.

Por último, en el eje abocado a relacionar el biopoder con ciertas redes institucionales, se considera la cuestión ética en las cárceles argentinas, la desaparición forzada de personas y el problema de la identidad en la apropiación de menores.

La relevancia asignada a este proyecto proviene de su interés científico, social y educativo, ya que se trata de un tema de candente actualidad, pero cuyo estudio se encuentra en una etapa inicial de desarrollo. Es por lo tanto una problemática propicia para investigar y formar investigadores, así como para su difusión y entrenamiento en el campo docente. La estimación de los aportes es de índole predominantemente teórica. Este proyecto tiene como objetivo la  producción de conocimiento crítico, por lo tanto transfiere insumos teóricos para instituciones relacionadas con decisiones en el campo de la salud, la educación y el gobierno. Se aspira a que las consideraciones sobre los excesos o desajustes de la biopolítica sean consideradas en las agendas de los planificadores.

Son destinatarios del presente proyecto: hospitales, escuelas de nivel medio, institutos terciarios y  municipios. Los insumos brindados por este tipo de investigación pueden abrir ventanas que arrojen luz sobre las aberraciones del biopoder, así como sobre sus beneficios cuando la administración de la vida no está simplemente al servicio del mercado o de la dominación de la naturaleza y los seres humanos.

 

4.2. Una  investigación  aplicada con transferencia a un museo de la memoria

Desde antiguo los soberanos decidieron ejecuciones, pero las mismas se hacían públicamente y a la luz del día. Por su parte, la modernidad instituyó excesos de biopoder, tales como los campos de concentración europeos y asiáticos en los que sucumbieron millones de personas. También la Argentina se plegó a la práctica de los campos de exterminio. El golpe de Estado de 1976 constituyó un hito sin precedentes en nuestro país acerca de las transgresiones a los derechos humanos. La administración de la vida de la población adquirió aristas desconocidas hasta el momento. No solamente por la instauración de la figura del desaparecido y de la sustracción de menores, sino también la del impedimento del sentido de  la visión. De modo tal que el oído se constituyó en el vínculo privilegiado entre los detenidos y su entorno.

Un grupo de investigadores de la Universidad Nacional de Lanús está abocado a dilucidar el rol cumplido por el sentido de la audición en personas en situación de secuestro, así como por la reconstrucción histórico-auditiva de los sucesos. El proyecto se titula: “La memoria sonora de los sobrevivientes del centro clandestino de detención  ‘El Olimpo’ durante la última dictadura militar”.[vi] Este campo de concentración estaba ubicado en el barrio de Floresta, en la Ciudad de Buenos Aires.

La memoria es una construcción social compuesta por diversos elementos, entre ellos el sonido. En la investigación citada se propone un nuevo enfoque sobre la memoria colectiva a partir del trabajo interdisciplinario entre científicos, humanistas, artistas y técnicos. Se plantean el estudio y la reconstitución sonora del encierro a partir del testimonio de ex-secuestrados y su confrontación con otras fuentes históricas. Esto implica una elaboración de los hechos desde el recuerdo y la documentación, así como una resignificación de los mismos, teniendo en cuenta que han transcurrido treinta años desde la finalización de los sucesos estudiados.

Se cuenta con información previa suficiente para afirmar que el tabicamiento, el aislamiento y la penumbra eran constantes y se repetían en todos los centros clandestinos. Bajo estas condiciones, el sentido de la audición fue el vínculo determinante de las víctimas con su entorno, además de una vía de escape para no perder conexión con el mundo.

Se considera que el paisaje sonoro es un espacio en el que todos los sonidos tienen una interacción aleatoria estructurándose como un texto que puede ser leído de diversas formas, según las competencias del interpretante, es decir según su memoria sonora. Se establece así una relación entre esa memoria y el paisaje sonoro. Dicha relación se convierte en un indicador de las condiciones que conforman un entorno que, en el caso de los detenidos-desaparecidos no podía ser registrado por la vista. La evocación de los paisajes sonoros que los rodeaban no sólo se erige como elemento de valor histórico. También la lectura e interpretación del texto que se constituye a partir de la escucha aportan datos valiosos, que posibilitan la obtención de información sobre las vivencias de los sujetos sometidos, sus represores, el edificio, los  frecuentes traslados de un centro a otro y hasta una somera ubicación territorial. Investigaciones anteriores al presente proyecto han detectado una asombrosa similitud entre los bosquejos realizados por los sobrevivientes de los campos, a partir del olfato y la audición, y los que resultaron de relevamientos técnico-judiciales posteriores.

Porque a pesar de haber transitado su cautiverio aislados y tabicados, muchos detenidos lograron reconstruir los espacios de permanencia recordando sonidos comunes y constantes: un goteo de agua, la limpieza de un pozo negro, el murmullo de gente comiendo, el golpe de barcazas contra un muelle o el tradicional canto de un vendedor de diarios. Tanto los sonidos externos que rodeaban los centros clandestinos y se filtraban por sus paredes, como los que conformaban la rutina interna, construyeron ritmos que almacenaron en sus memorias y sirvieron, en algún punto,  para aferrarse a la realidad y a la vida.

En este proyecto no sólo se trabaja para reconstruir el hecho histórico, sino también para plegarse a la construcción de imaginario social sobre esos hechos. La lectura del texto que surge del entorno acústico,  desde el que se interpreta el paisaje sonoro, es parte de esa construcción comunitaria denominada memoria colectiva. El paisaje sonoro puede convertirse en relato, y como tal permite reconstruir capas íntegras de condiciones de existencia convirtiéndose en símbolo cultural capaz de retener la memoria de la sociedad.

La meta principal de este plan de investigación es generar conocimiento sobre la problemática expuesta y transferir sus resultados al antiguo centro de detención ilegal, convertido actualmente en museo de la memoria. La transferencia consistirá en la reconstrucción sonora y su posterior instalación en “El Olimpo”. Se apunta a establecer vínculos entre los acontecimientos históricos y las generaciones actuales y venideras. Otro aporte será la ampliación e innovación de la documentación existente, mediante el estudio de los recuerdos del entorno sonoro, presentando así aspectos aún no analizados de nuestra memoria colectiva. Como consecuencia de su gran capacidad simbólica y evocativa, el sonido adquiere un valor que excede las características reales del momento. Es por ello que la memoria sonora constituye un novedoso enfoque para la consolidación de los relatos que conforman la pertenencia comunitaria, estableciendo una vía  adicional entre el hecho afectivo y el hecho histórico.

 

Resumiendo: para la presente exposición he partido del análisis de las condiciones históricas que posibilitaron el ascenso del biopoder como administrador de la vida de la población. Analicé asimismo algunas de sus consecuencias concretas. Expuse la elaboración e instrumentación de esa problemática por parte de dos equipos de investigación que apuntan a diferentes tipos de transferencia, y concluyo con la esperanza de que desde la investigación y el trabajo comunitario logremos dejar de ser pacientes de una biopolítica que se nos impone, y comencemos a ser agentes del cuidado de nuestra propia vida, que es otra manera de decir, comencemos a tratar de hacer una obra de arte con nosotros mismos.

 

[i]  Foucault. M., La voluntad de saber, México, Siglo XXI, 1979, pp. 169-170.

[ii] Agamben,Giorgio, Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida, Valencia, Pre-Textos, 2006.

[iii] Foucault, Michel, La voluntad de saber, México, Siglo XXI, 1977, cap. V.

[iv] Esposito, Roberto, Communitas. Origen y destino de la comunidad; Immunitas. Protección y negación de la vida; y Bíos. Biopolítica y filosofía, Buenos Aires, Amorrortu, 2003, 2005 y 2006 respectivamente.

[v] Proyecto de Investigación 33A/071 “Biopolítica y Etica. Tecnologías de poder-saber y redes interdisciplinarias”,  Centro de Investigaciones en Teorías y Prácticas Científicas y Centro de Ética del Departamento de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Lanús, 2008-2010, Directora Esther Díaz.

[vi] Director Raúl Minsburg, Codirector Fabián Beltramino, Investigadores Hernán Risso Patrón y Alejandro Moyano, Auxiliares Analía Lotowicz y Paula Andruskevich, Colaboración área histórica Alejandro Herrero (“El Olimpo” operaba en el Barrio de Floresta, en la Ciudad de Buenos Aires).

 

ESTHER DÍAZ

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