TELETRABAJO

 Luditas, Teletrabajo y Feudalismo Digital 

Claudia María Cóceres (*)

La Revolución Digital, se genera como proceso que tuvo lugar entre finales de los años 1950 y finales de los 70, con la adopción y proliferación de las computadoras digitales y el mantenimiento de registros digitales, tecnologías todas ellas que siguen siendo utilizadas en la actualidad.

Los cambios tecnológicos son importantes como parte de la Historia del Conocimiento Humano, si tomamos como eje conceptual comparativo la transformación de las condiciones de existencia, que influyeron en los cambios  a nivel integral de la sociedad. 

La Revolución Industrial, impulsó la protesta y la organización de la clase obrera para reclamar mejores condiciones laborales; hoy la Revolución digital sigue igual camino en las jornadas laborales de 15 horas y con salarios bajos. En ese mismo sentido, las mujeres padecen el teletrabajo subsumidas a su trabajo de cuidado no reconocido sin horarios ni reconocimiento económico. El teletrabajo no se diferencia por la clase social, el trabajador de los  barrios periféricos, hacinados y sin servicios públicos deben rendir del mismo modo que aquel que tienen las condiciones físicas y materiales que el resto.

El movimiento “ludita” perdió su carácter de protesta social, no por resistirse al cambio tecnológico, sino porque la ideología hegemonía alienada le hace creer que el esfuerzo es menor; en el teletrabajo se puede entender que por permanecer horas sentados en un lugar es  ser  como el picapedrero en las minas de carbón.

Estos contextos vistos desde el sistema implantado del fordismo y el taylorismo que buscaba la especialización, con un esquema industrial y de reducción de costos; sumados a las bases de estrategias desde la estandarización y el control de los tiempos de trabajo hacen a “normalizaciones del sujeción laboral”. Lo que hoy persisten son maniobras de expansión del mercado digital  con su consecuente aumento de cantidades y máxima estandarización. Ante esta masividad los costos no son acordes a la formación especializada del trabajador, a su experiencia, a los procesos de automatización y de generación de resolución de procesos; sumados a la creatividad y generación de protocolos, procesos de datos y tratamientos de la información compleja. Todo esto visto en razón de cómo Internet constituye un espacio donde se cultiva el consumismo de forma transnacional. 

El capitalismo digital que ha ocupado la educación, poniéndola a merced de la lógica de mercado, no somos ciudadanos somos consumidores. El capitalismo digital entendido como la influencia del neoliberalismo en las redes, con sus siervos en sistemas con regulación.

Este capitalismo no reconoce la participación intelectual del obrero en el proceso de trabajo, sino que lo somete a  la prometida flexibilidad que enmascara la precariedad generalizada. El teletrabajador informático es el nuevo artesano tecnológico y recualificado se ha transmutado y su costo es reducido en comparación con las grandes ganancias de las megamempresas. La productividad del trabajo, la extensión de la jornada laboral neta y la reducción del "ciclo del capital" entre inicio de la producción y la venta final, genera un impacto mayor; ya que lo producido supera la capacidad de consumo de la élite, tradicional y única consumidora de tecnologías con anterioridad.

El obrero-artesano informático está inmerso en un trabajo alienante pierde el control de los tiempos de producción, que van más allá de su hoja de ruta diaria.

También podemos visualizar otros elementos que debilitan el papel de los trabajadores, generando situaciones fluctuantes a su no buscada estabilidad económica, política y social como protagonista de este proceso cultural tecnológico. Dichos elementos son:-Aumento de la división del trabajo, enmascarada en subdivisiones técnicas y de gerenciamiento social y creatividad; -Profundización del control de los tiempos productivos del obrero (vinculación tiempo/ejecución), esto implica además sus tiempos personales-individuales dada la carga horario, el seguimiento en sus procedimientos particulares y vida digital.

La globalización de mercados y trabajadores son procesos de mercantilización que no se han reconocido por los Estados, si nos referimos a las políticas públicas del trabajo en estrecha relación con los derechos humanos y la soberanía tecnológica y digital.

Si consideramos que esta Revolución digital se inicio a finales de los 50´, llama la atención que setenta años después no se hayan constituido políticas de acuerdo entre obreros organizados (sindicato) y las megaempresascapitalisas. Siguiendo esta línea la producción en serie no se está dando, ya que devela en si los contextos complejos de las desigualdades de esta revolución que no es para todos; que sus condiciones materiales e ideológicas de la dependencia son el lastre para que sea llamada revolución. 

Si las tecnologías son prolongaciones de las capacidades humanas, y representan una metáfora de las creaciones e ingenio humano, poner que las innovaciones sirvan a un poder establecido y que al mismo tiempo que somete al mismo sujeto que lo creo, es una gran contracción. 

En una sociedad sana, las personas intentan equilibrar diversas prioridades diferentes: económicas, sociales, morales, familiares y que de alguna manera, en los últimos 40 años, las prioridades económicas ocuparon el primer lugar y borraron todo lo demás habla de grandes retrocesos. Como cuestión de política, privilegiamos la economía y, finalmente, ya no pudimos ver que podría haber otras necesidades básicas esenciales. A modo de inicio de reflexión general, es posible que se genere una Revolución remoralizante del Mercado, para comprender cambios estructurales con ejes conceptuales sociales, tecnológicos y laborales fundantes que constituyan sociedades democráticas.

 

(*) Licenciada en ciencias antropológicas-Universidad de Buenos aires, Ciberculturas, Cyberantropología, Antropología del Trabajo. 
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