Tecnopolítica

Cacofonía Política y Racionalidades

Por Claudia María Cóceres (*)

En un contexto de capitalismo digital en el que se pretende imponer regulaciones de una supuesta “racionalidad algorítmica”, junto a un capitalismo de vigilancia y vigilancia automatizada se debaten racionalidades complejas.

La humanidad atravesó diversos momentos históricos de tecnofobias y entre “apocalípticos e integrados”, por esto tal vez volvimos a considerar un modelo de racionalidad donde los  algoritmos ocupan un lugar central, en los procesos de conocimiento de una determinada realidad. 

El pensamiento mágico, liminal y dinosaurio es inherente a las personas y suele aparecer cuando se pierde el hilo conductor de procesos culturales; y lo visceral desconoce el pasado, se aleja de procesos cognitivos que hace al aprendizaje basados en experiencias erróneas y “emerge” el pensamiento salvaje. 

El arte retoma esos imaginarios en estos temas, en donde la ciencia es central para representar múltiples subjetividades, además de las metáforas de la ambición de poder que tiene el ser humano. El arte literatura muestra al Frankestein que sobrevive para demostrar inmortalidad,  El hombre Bicentenario que  desarrolla una capacidad para comprender los sentimientos de las personas y tener los suyos propios, etc.

Estas referencias permiten seguir reflexionando sobre la construcción de marcos de racionalidad que implican producir conocimiento e intervenir en un determinado contexto, problema, fenómeno o realidad. En nuestra sociedad, especialmente en nuestras experiencias mediatizadas tecnológicamente, los procesos algorítmicos se han convertido en representaciones decisivas tanto en la captura y análisis de datos, sobre una serie de sectores de nuestra vida privada y común, como en la toma de decisiones automatizada en diferentes contextos (gestión urbana, políticas públicas, comunicación, trabajo, mercado financiero, estrategias de marketing y publicidad, seguridad, etc. 

Es fundamental comprender que aspectos de nuestra vida en sociedad están generando cambios no controlados, no considerados en sus resultados y consecuencias, que hacen a zonas de incertidumbres, subjetividades que no se tienen en cuenta; como tampoco a los llamados “daños colaterales” que implican.  

El imaginario idealiza la mecanización y la automatización, como forma de “objetivar”, siendo el algoritmo como modelo racional de decisión y gestión que se impone especialmente a partir del siglo XIX.  Estos cambios que estarían pasando de un modelo ilustrado de razón basado en la reflexividad crítica a un modelo de racionalidad basado en reglas algorítmicas; si bien estas últimas no son lineales sino que los atraviesa la complejidad y pueden combinarse. 

Los procesos algorítmicos de toma de decisiones nos llevan a preguntarnos, si estaremos depositando la fuerza de la racionalidad performativa de los algoritmos en ellos; los cuales no están en describir o representar, sino en  generar efectos y producir realidades. Es llamativo el énfasis del neoliberalismo en las elecciones individuales, la autogestión y la competencia hacen de la racionalidad algorítmica un fuerte aliado en la ayuda a la toma de decisiones en contextos de creciente incertidumbre. Dejamos a su merced la mecanización de datos,  como los actuales mercados laborales, sistemas de salud, escenarios económicos, procesos urbanos, territorios marcados por la violencia diaria y la inseguridad. 

La tecnología no es “buena” ni “mala” depende del uso que se le dé. Puede organizar bienes y recursos para el bienestar común  o ser parte de la necropolítica. De un capitalismo de vigilancia-de datos que manipula a quien debería resguardar, ya que los sesgos y asimetrías que subsisten históricamente y siguen  presentes en nuestras sociedades. Los algoritmos pueden definirse como procesos mecanizados que representan una parte de los "procesos humanos de toma de decisiones”, de ahí la preocupación de las ciencias sociales-humanas en cómo se predeterminan ideológicamente. 

Esto influye en preconceptos y prejuicios en forma de reproducción,  como factor agravante de: el racismo, el machismo, las desigualdades de clase, género y raza son, en general, encapsulados. A su vez, son  silenciados e invisibles en los sistemas algorítmicos, bajo la perspectiva equivocada de que tales cosas no existen allí, ya que son las máquinas que están simplemente ejecutando operativamente. 

Las redes socio-técnicas de las que forman parte los procesos algorítmicos necesitan ser analizadas en su heterogeneidad y complejidad, así como en su dinámica, teniendo en cuenta la diversidad de los sujetos vigentes en cada caso. Por esto es de suma importancia la búsqueda de fortalecer esta diversidad en un sentido político, que esté atento a los efectos del sesgo, la discriminación, la producción de desigualdades etc., 

La proclamada eficiencia de la automatización en las políticas públicas tiene que ser revisadas también en lo referente a los espacios, contextos y relaciones digitales, en estrecha relación con  procesos democráticos.

La perspectiva tecnopolítica mediada por procesos tecnológicos y frente a una racionalidad algorítmica que viene demostrando ser depredadora e irresponsable; tienen que entenderse y construir  sentidos ético-político de inclusión y equidad generando cambios ideológicos-culturales 

 

(*) Lic. Ciencias Antropológicas. Ciberantropología-Comunidad-Democracia. Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

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