El Dilema de Warnock

¿Cómo será nuestro futuro?

 

 
Por Lidia Fagale  

La nueva cartografía mundial nos habla de un país (que integra a hoy algo más de 175 naciones)  con millones de personas aisladas socialmente por razones sanitarias,  y que han entrado de lleno al mundo digital.  Representan un tercio de la población mundial e irá en aumento.  En días, esta tragedia que no tiene fronteras, impuso a la misma velocidad en que se expande el virus COVID-19 una irrupción en el mundo digital que afecta las relaciones humanas sorteando algunos debates que nos veníamos planteando hasta hace poco: Uno de ellos,  que no es nuevo, anticipaba los peligros de que sólo un puñado de empresas tecnológicas ordenaran el mundo con la apropiación de nuestros datos, la principal riqueza, el capital más preciado y principal patrón de acumulación de capital de este siglo.

Para algunos hoy es  tiempo de redefiniciones: En estados como China, Singapur, Corea del Sur, Rusia, Cuba, Alemania, por ejemplo se combinaron herramientas tecnológicas con la capacidad de los humanos para utilizarlas en busca del bienestar común. Otros, a pesar de su avanzado desarrollo tecnológico, como es el caso de los Estados Unidos, no tuvo una reacción inmediata en torno a la crisis sanitaria ni tampoco dinamizó sus recursos a la misma velocidad en que lo hace en las guerras y agresiones mundiales a las que no parece renunciar ni siquiera en medio de un desastre humanitario.

Quedaría, en principio más o menos claro que, la tecnología asociada a la ciencia, a veces responde únicamente al lucro y otras sostiene propósitos humanísticos.  En otro orden, desde distintas disciplinas resucitan en gran parte el pensamiento crítico, ahora en versión digital, inspirados en el presunto genoma revolucionario que parece poseer el nuevo coronavirus, gran musa inspiradora que apuesta a un necesario e impostergable cambio de un mundo que- la pandemia-  muestra descarnadamente injusto y  desigual para las mayorías, aunque mate sin distinción de clases en medio de la lucha de clases,  palpablemente terrenal. ¿O habrá que esperar un software que codifique el algoritmo de la revolución?  Aplica para estas líneas el dilema de Warnock (**).

 

(**)El dilema de Warnock hace referencia al hecho de que una anotación o entrada en un grupo de noticias, foro o lista de distribución de correo, no haya recibido ni una sola respuesta, y no significa necesariamente que nadie esté interesado en el tema.

 

 

 

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