ABSTINENCIA
EL DEPORTE EN LOS TIEMPOS DEL COVID-19
Por Fernando Lorenzo (*)
Cincuenta y tres años, siete meses y once días, con sus noches, esperó Florentino Ariza por Fermina Daza en "El amor en los tiempos del cólera". Esa "eternidad" tardó en darse aquel reencuentro entre los personajes centrales de la obra de Gabriel García Márquez que relata otros tiempos de pandemia.
Mucho más prolongado resulta si se considera que cuando hace dos siglos el cólera causó la muerte de cerca de un millón de personas, en una población mundial cercana a los mil millones de habitantes, la expectativa de vida no superaba en promedio los 33 años.
Hoy esa cifra oscila entre los 60 y los 80 años dependiendo de qué lugar habite uno en un planeta en el que conviven cerca de 7.700 millones de personas, aunque en tiempos de Covid-19 la edad avanzada promete más dificultades que beneficios pues la enfermedad azota con mayor virulencia a los adultos mayores.
Ariza y Daza eran ya ancianos cuando ocurrió aquel reencuentro imaginado por García Márquez en su novela e imposible de imaginar hoy en tiempos de cuarentena obligatoria en la que las recomendaciones sanitarias apuntan a mantener la "distancia social" de más de un metro y medio para evitar contagios.
El cólera, afirmaba el escritor colombiano, "tiene los mismos síntomas que el amor", mientras que los del Covid-19 son mucho menos románticos y más parecidos a los de la gripe, no por ello menos letales, aunque resultan más fáciles de detectar en estas épocas.
Otra ventaja comparativa con la que no contaban los personajes de la novela es la tecnología. Resulta difícil imaginar hoy, sobre todo para los más jóvenes, aquel frenético y dificultado intercambio epistolar de las primeras páginas en estos tiempos de Whatsapp y redes sociales.
Dos herramientas que, más allá del uso que cada cual le dé, se antojan indispensables en estos días de aislamiento forzado para mantener los lazos sociales y que para muchos ya eran imprescindibles incluso antes de que el Covid-19 irrumpiera en nuestras vidas.
Ansiedad y angustia son, según los especialistas, algunos de los daños colaterales de esta pandemia en la que ni siquiera el deporte, como sí sucede con otras industrias del entretenimiento, está disponible para acudir al rescate en medio de tanta soledad.
DEPORTE Y PANDEMIA, CAMINOS SEPARADOS
"Estoy harto de ver partidos de béisbol de hace 14 años", se quejó recientemente Donald Trump, presidente de un Estados Unidos donde el Covid-19
provocó más de 54.000 muertes e infectó a casi un millón de personas en ese, el país más afectado del planeta.
Más que una queja lo de Trump se pareció a una súplica para que el deporte acudiera también en su rescate en medio de una crisis humanitaria que pudo haberse atenuado si en lugar de apostar por la economía, que de todos modos resultó seriamente dañada, hubiese priorizado la vida.
En la imaginación del mandatario no sólo rondaba la idea de una muy poco probable reanudación de las actividades deportivas, sino la ilusión de ver a la gente "sentada una a lado de la otra" apreciando el espectáculo, sueño que derrumbó de un plumazo Anthony Fauci, consejero de la Casa Blanca en materia de salud.
Palabra más que autorizada la de uno de los expertos más renombrados a nivel mundial en cuestiones de virología y epidemiología que no sólo desestimó esa posibilidad, sino que consideró improbable el reinicio de los torneos de las distintas disciplinas en el corto y mediano plazo.
Algunas, como el golf, siguieron adelante como si nada (la mitad de los campos permanecen abiertos) para alegría de un Trump que días atrás reclamaba: "Debemos volver a poner en marcha nuestro deporte" apelando a esa herramienta para intentar relanzar la economía y la moral de un pueblo devastadas.
Aunque parezca mentira, no es la primera vez que un presidente estadounidense apela a esa estrategia para desviar la atención de una tragedia. Hace 78 años, Franklin Delano Roosvelt pedía no suspender el torneo de béisbol a sólo cinco semanas del ataque japonés a Pearl Harbor.
Mucho más cauta, la NBA (poderosa y popular Liga nacional de básquetbol) postergó hasta comienzos de mayo el reinicio de los entrenamientos limitándolos sólo en las ciudades y estados donde se flexibilicen las medidas para frenar la pandemia después de haber interrumpido sus actividades a comienzos de marzo.
Fue apenas se detectó el primer caso de Covid-19 que no sería el único, pero sí encendió las alarmas y evitó que se propagase la enfermedad, que contagió entre otros al ya recuperado James Dolan, propietario de los New York Knicks, una de las franquicias de la "Gran Manzana" bautizada hoy como "la ciudad de la muerte".
La capital económica de Estados Unidos es el epicentro de la pandemia en este país con más de 22.000 decesos y cerca de 300.000 infectados que hicieron colapsar su capacidad de respuesta sanitaria y apelar al triste recurso de sepultar a los fallecidos en fosas comunes.
Una de las imágenes más dantescas de una tragedia que convirtió al Central Park en un hospital de campaña, como así también a varias instalaciones destinadas a multitudinarias manifestaciones deportivas como
Flushing Meadows, sede del US Open, cuarto y último Gran Slam de la
temporada tenística que ya perdió a Roland Garros y a Wimbledon.
Con este panorama resulta difícil que se lleve a cabo aunque Trump pretenda lo contrario e intente mirar para otro lado buscando enemigos más allá de las fronteras mientras agita una intervención militar a Venezuela
que, mal que le pese, manejó la situación sanitaria con mucha más inteligencia y muchos menos recursos.
UN ESCENARIO SIMILAR EN EUROPA
Salvo en Alemania, donde el gobierno de Angela Merkel resultó ser la excepción a la regla cuando evitó aplicar un drástico recorte a la salud pública y mantuvo algunas ventajas del denominado estado de bienestar, la situación en las grandes potencias de ese continente no difiere demasiado de la estadounidense.
La decisión de Merkel permitió que los índices de mortalidad resultasen relativamente bajos comparados con los de sus vecinos (son casi 6.000 los muertos) aunque los infectados superan los 158.000, al punto que las autoridades sanitarias afirman tener "bajo control" la situación.
La declaración del estado de emergencia a mediados de marzo también resultó un acierto y permite hoy que Alemania esté en condiciones de atender la demanda de otras potencias europeas como España, Italia y Francia, tres de los países en los que se superó la barrera de los 100.000 infectados.
Similar escenario en Gran Bretaña porque hasta la reina Isabel y el príncipe Carlos, heredero al trono, se contagiaron al igual que el primer ministro Boris Johnson, recuperado de la enfermedad, pero no de las críticas por apostar a una política que se demostró errada.
La teoría de la "inmunidad del rebaño", que suponía garantizaría rápidamente un contagio masivo y la "inmunidad" de gran parte de la población, cumplió sólo con el primer precepto, pero falló en el segundo pues el nuevo virus se demostró capaz de volver a infectar a la misma persona.
El resultado: Más de 21.000 muertes (oficialmente, aunque algunos hablan del doble) y cerca de 154.000 contagiados, cifras que seguramente le pasarán
factura al premier que también apuesta al deporte como estrategia para
disimular las críticas por haber colapsado el Servicio Nacional de Salud (NHS) que terminó salvándole la vida.
NO SOLO DE FUTBOL VIVE EL HOMBRE, PERO...
"Paciencia", pidió hoy a la población Johnson al reasumir sus funciones, seguramente después de haber tomado nota del riesgo que representaba flexibilizar la cuarentena como él mismo apostaba al considerar la reanudación de las actividades en el fútbol inglés.
La Premier League, que estaba a pocas fechas de su conclusión cuando se decretó la suspensión del campeonato en el que Liverpool está a sólo dos victorias de lograr la consagración, se mostró unánimemente de acuerdo con la idea de volver al ruedo el 8 de junio.
Arsenal, uno de los equipos históricos del fútbol inglés, reanudó este lunes los entrenamientos con ese objetivo respetando un estricto protocolo de seguridad y probablemente sea imitado en breve por otros clubes, que también siguieron sus pasos cuando aplicó una rebaja salarial a su plantel debido a la crisis.
Reducción que varió en porcentaje y en período según cada caso particular, pese al rechazo de muchos futbolistas y del gremio que los nuclea (PFA), y que no todos aplicaron. Chelsea, otro de los clubes de Londres, optó en cambio porque sus jugadores destinen ese dinero a obras de beneficencia.
Fueron muchas y no sólo en Inglaterra las colectas impulsadas por el fútbol y sus protagonistas para ayudar a los más necesitados en la pandemia, escenario que también se repitió en Italia y en España, dos de los países del Viejo Continente en los que el Covid-19 causó estragos.
Italia y España quedaron hermanadas por el espanto y en lo que hace al fútbol comparten un hecho por muchos considerado como el origen del mal: aquel partido que jugaron Atalanta y Valencia por los octavos de final de la Champions League.
Fue el 19 de febrero ante más de 40.000 almas que colmaron en estadio Giuseppe Meazza de Milán, capital de Lombardía (la región más afectada de Italia) donde un día antes se inició la pandemia, según Massimo Galli, profesor y jefe del Departamento de enfermedades infecciosas del Hospital Sacco de esa ciudad.
Los fanáticos del Valencia presentes en ese escenario habrían sido quienes "importaron" el Covid-19 en España, aunque no serían los únicos que ingresaron el virus al país donde los primeros casos se reportaron en la última semana de enero.
Algunos intentaron atribuir la explosión de la pandemia, en cambio, a la multitudinaria marcha feminista del 8 de marzo que congregó a más de 120.000 manifestantes en Madrid, pero los especialistas descartaron que ese haya sido el foco o el origen de su propagación como tendenciosamente se sugirió.
Hoy, el gobierno español consideró controlada la pandemia, mientras en Italia se inicia la "Fase 2", que prevé una paulatina reanudación de las actividades a partir del 4 de mayo, aunque algunos rubros deberán esperar otras dos semanas o más para hacerlo (léase bares, restaurantes y comercios).
Las pérdidas generadas por la inactividad económica se calculan millonarias, no sólo en Italia, donde también el fútbol espera por la "luz verde" del gobierno para retomar los entrenamientos con la idea de completar la temporada interrumpida y limitar los daños.
En Alemania, la Bundesliga (campeonato de primera división) se apresta para el reinicio, mientras que la situación parece más incierta en la Liga Española y la la Ligue 1 francesa debido a las restricciones y a la reticencia de los futbolistas a volver hasta que no estén dadas todas las garantías necesarias de seguridad.
Resulta difícil imaginar un escenario así en un deporte de contacto como el fútbol que, aun cuando logre reanudarse, se jugará a puertas cerradas como todas las disciplinas que también se encuentran interrumpidas a lo largo y ancho del planeta salvo contadas excepciones.
En ese rubro se destaca Islas Feroe, donde el Covid-19 no provocó víctimas y la pelota volverá a rodar el 9 de mayo, cosa que no sucederá al menos hasta un día después en Tayikistán, que por precaución suspendió la temporada que inició el 4 de abril.
El fútbol tampoco detuvo su marcha en Turkmenistán, Taiwán, Nicaragua (donde los futbolistas están obligados a jugar con barbijo), ni en Bielorrusia, donde se siguió jugando hasta con público en las gradas pese el pedido a modo de súplica de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Fue de común acuerdo con esta entidad desfinanciada por Trump, que la FIFA consensuó en su momento parar la pelota privilegiando la salud y la vida de sus protagonistas por encima de los intereses económicos que presionaban y presionan por la inminente vuelta a las canchas.
Como contrapartida, la FIFA acaba de destinar 150 millones de euros para socorrer a sus 211 federaciones afiliadas en el marco de un salvataje similar al "Plan Marshall" que financió Estados Unidos para ayudar a reconstruir Europa después de la Segunda Guerra Mundial y, de paso, impedir el avance del comunismo en el Viejo Continente.
LA SITUACIÓN EN SUDAMÉRICA
Las actividades deportivas están suspendidas aún cuando las realidades son bastantes disimiles en algunos países, siendo Brasil, el gigante del continente, la nación con más víctimas (unas 4.600) y casos (66.500) de América Latina y Jair Bolsonaro el presidente más cuestionado por estos días.
Pedidos de juicio político y hasta una demanda en la Corte Suprema para facilitar su destitución son las soluciones que impulsa la oposición para evitar que la tragedia cobre mayores dimensiones luego de que el mandatario desoyera los consejos del médico Luiz Henrique Mandetta y lo destituyera como ministro de Salud.
La más reciente renuncia como ministro de Justicia de Sergio Moro, un antiguo aliado político de Bolsonaro, y la tensión con la mayoría de los 27 gobernadores nacionales profundizó la crisis política que jaquea al presidente y anticipa un posible "impeachtment".
Más del 54 por ciento de la población, según una encuesta, aprueba hoy el juicio político contra Bolsonaro, considerado como el gran responsable de la tragedia en un Brasil donde la tristeza no parece tener fin, como compuso hace más de 60 años Antonio Carlos Jobim y cantaba Vinícius de Moraes.
Tampoco en Perú, aún cuando las cifras son comparativamente mucho más bajas (782 víctimas entre casi 28.700 infectados), ni en Ecuador, donde muchos de los más de 660 muertos no descansan en paz y Guayaquil es escenario de escenas dantescas con cadáveres en las calles y familiares sin respuesta sobre el destino de sus seres queridos.
Más controlada parece la situación en Colombia, con 253 decesos y 5.600 casos; Chile con 198 fallecidos y casi 14.000 contagiados, y Argentina, que adoptó un régimen de cuarentena obligatorio prematuro que hoy se traduce en 197 muertes y poco menos de 4.000 infectados.
La siguen Bolivia, con 80 decesos y 950 casos. Sólo Uruguay, con 15
fallecidos y 606 contagiados, pero sobre todo Venezuela y Paraguay, con sólo
diez y nueve víctimas fatales y apenas por encima y por debajo en cada caso
del centenar de contagiados, parecen ser capaces de mantener la pandemia a raya.
A pesar del contraste evidente el gobierno de Brasil insiste en reanudar
cuanto antes las actividades deportivas y en especial el fútbol, el deporte más popular en este país.
Por eso ya evalúa un regreso paulatino acordado con las maximas autoridades
en materia de salud ehoy ncabezadas por Nelson Teich, reemplazante del despedido ministro Mandetta.
Esta decisión obligaría a realizar controles de Covid-19 a los jugadores de los 180 equipos del fútbol profesional, desde los 20 de primera división hasta los 68 de la cuarta categoría, incluídas las futbolistas de los 52 clubes que animan los torneos de las primeras dos categorías femeninas.
Un despropósito más considerando que los test son uno de los insumos más preciados y escasos en estos tiempos de pandemia en los que Argentina, en cambio confirmó oficialmente hoy la suspensión de la temporada en virtud de la extensión del aislamiento obligatorio hasta el 10 de mayo.
¿Y POR ASIA CÓMO ANDAMOS?
China decidió que tampoco es aconsejable reiniciar las actividades deportivas por el momento y por ese motivo postergó el Gran Premio que debía albergar en abril de una Fórmula 1 que ni siquiera pudo poner en marcha la nueva temporada en Melbourne, Australia, a mediados de marzo.
Por idénticos motivos, tampoco Vietnam pudo disfrutar del que hubiera sido su estreno en la máxima categoría del automovilismo deportivo que por primera vez en la historia no estará presente tampoco en Montecarlo por culpa de una pandemia que impidió celebrar su regreso al calendario este año a los Países Bajos.
Pero sin dudas, el principal revés en lo que hace a eventos deportivos lo padeció Japón cuando el Comité Olímpico Internacional (COI) confirmó el 24 de marzo y luego de muchas ideas y vueltas, la postergación por un año de los Juegos de Tokio 2020 que debían celebrarse del 23 de julio al 8 de agosto.
Algunos incluso llegaron a especular con la posibilidad de que ni siquiera se disputen dentro de un año, lo que representaría un durísimo revés para ese país que se traduciría en pérdidas millonarias y en la tercera edición olímpica que se frustra en Japón.
Sí pudo celebrar la que albergó en 1964, pero sólo después de no poder hacerlo en 1940 en Sapporo y en Tokio (ediciones de Invierno y Verano) como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial que obligó a cancelar también los de 1944 que debían disputarse en Cortina d'Ampezzo, Italia, y en Londres, respectivamente.
No sólo Japón lamentó la necesidad de cancelar los Juegos esta vez debido a la pandemia, sino muchos de los atletas que se encontraban en la recta final de su preparación y también aquellos que aspiraban a cerrar sus carreras después esa cita olímpica.
El más destacado, aunque no el único en ese rubro, es sin dudas el suizo Roger Federer, considerado por muchos como el mejor tenista de la historia y quien a punto de cumplir 39 años (en agosto) sabe que no le queda mucha cuerda en el carretel.
El mismo Federer que días atrás propuso fusionar la ATP con la WTA, entidades que representan a los jugadores de cada rama para "salir fortecidos" de la pandemia, aunque alguno atribuya esa intención de unificar el tenis masculino con el femenino como una operación de marketing.
Otros, en cambio, celebraron la iniciativa en la presienten podría estar la clave para lograr la tan mentada igualdad de géneros en lo que a ingresos se refiere, algo por lo que no sólo luchan las damas del tenis, sino también las protagonistas de otras disciplinas y las trabajadoras de todas las actividades no necesariamente deportivas.
SINDROME DE ABSTINENCIA Y NECESIDAD DE CAMBIOS
Es difícil predecir cuándo volverán las emociones y los gritos de gol atragantados desde hace meses que pugnan por salir con más de desahogo que de festejo y que esperan casi tanto como los abrazos postergados por la pandemia, después de la cual muchos anticipan habrá un antes y un después.
En el mientras tanto, no son pocos los que padecen de angustia, ansiedad y depresión, los trastornos más habituales frente a la incertidumbre que genera una situación inédita al menos para la gran mayoría de la población mundial que nunca vivió una experiencia similar.
Más aún, en aquellos cuyo futuro es tan incierto como su presente pensando ya en términos exclusivamente de supervivencia.
"De esto sólo saldremos como equipo", es el eslogan que muchos pregonan hoy por hoy desde el deporte y si alguna enseñanza deja el paso del Covid-19 por nuestras vidas es que la solución sólo alcanzarse de manera colectiva y no individual.
La crisis evidente del sistema que prometía soluciones que no supo o pudo
dar obliga a un cambio de paradigma y el deporte, ya que hablamos también de esto, no puede estar ajeno a ese cambio.